Finalmente comprendí que si hay cosas que nunca llegaron a funcionar en mi vida es probable que se deba en gran parte a mi capacidad para no ceder, no comprometer ni sacrificar demasiado (esta última adoptada como una de mis últimas medidas/instintos de protección). Miro a mi alrededor y me siento abrumada por todos esos casos donde las parejas aparentemente felices se desmoronan o tienen alguna crisis por cosas que no creo poder soportar, donde el amar más a una persona domina o minimiza el amor por uno mismo; y eso, eso sí, jamás podría adaptarlo a mi demasiado egoncéntrica personalidad.
Y por eso entiendo que si no estoy dispuesta a pasar por cosas humillantes y estúpidas a cambio de banales momentos que pueden ser reproducidos sin necesidad de comprometer sentimientos, es probable que no este hecha para involucrarme en una relación.

Ahora, agradesco haberme ahorrado todos aquellos momentos que pudieron haberme causado dolores de cabeza y alguna que otra lágrima. Ahora mi "mala suerte" se convierte en el destino, y aprendo a aceptarlo y a lidiar con él.
Pero no he perdido mi gusto por el romance, los besos y las manos enlazadas. Solo comprendí que eso no solo se tiene siendo la novia de alguien.
Comentarios
Hay que tener valor para admitir destino alguno. Pero no te preocupes, cuando menos lo necesites, estarás enamorada, relacionada, humillada hasta el cuello.
Es el cruel destino del que se quiere solitario.
Saludos